Espacio del reino muerto
Allá, donde los cuerpos brillan
Son pura luz de su ausencia
Un cuerpo que quema, sin pantorrillas
Ni cabeza.
Esa deformidad de los ojos ante la piel
La piel ante la deformidad del tocar
¿Cuánto ha pasado ya, cuánto queda?
¿Qué de este dolor ha de destilar ceguera?
¿limpieza?
Un casi niño mira el sol, ay, lóbregos destellos
Un alma en sus arrugas de primera edad.
¿Cuánta muerte subsiste a mi mundo?
En la fibra de este espasmo sé la cifra
Ese dolor ajeno del número
Ese amarillo nítido de enfermedad
Y ese magenta y ese celestito,
Que juegan, ¿Como dios juegan?,
A ser la luz que le queda al día.
¿Resta entonces la existencia a la cosa todavía?
En el encuentro de los comensales suicidas
Brindamos por la vuelta del regreso,
Esa huida constante, y por el suicidio,
Ese acabamiento de la materia que realizan
En la espera los que esperan,
Y lloremos también, ¿porqué no?
Humectemos la cesura, la mirada hendida,
La sonrisa de puta vieja que irrumpe en la carne,
Esa comisura que se abre entre destino y realidad,
Donde se fecunda la nueva, desertificada sensibilidad,
Y aún su ausencia.