lunes, 17 de marzo de 2008

al cuerpo ausente

Espacio del reino muerto

Allá, donde los cuerpos brillan

Son pura luz de su ausencia

Un cuerpo que quema, sin pantorrillas

Ni cabeza.

Esa deformidad de los ojos ante la piel

La piel ante la deformidad del tocar

¿Cuánto ha pasado ya, cuánto queda?

¿Qué de este dolor ha de destilar ceguera?

¿limpieza?

Un casi niño mira el sol, ay, lóbregos destellos

Un alma en sus arrugas de primera edad.


¿Cuánta muerte subsiste a mi mundo?

En la fibra de este espasmo sé la cifra

Ese dolor ajeno del número

Ese amarillo nítido de enfermedad

Y ese magenta y ese celestito,

Que juegan, ¿Como dios juegan?,

A ser la luz que le queda al día.


¿Resta entonces la existencia a la cosa todavía?

En el encuentro de los comensales suicidas

Brindamos por la vuelta del regreso,

Esa huida constante, y por el suicidio,

Ese acabamiento de la materia que realizan

En la espera los que esperan,

Y lloremos también, ¿porqué no?

Humectemos la cesura, la mirada hendida,

La sonrisa de puta vieja que irrumpe en la carne,

Esa comisura que se abre entre destino y realidad,

Donde se fecunda la nueva, desertificada sensibilidad,

Y aún su ausencia.


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