martes, 22 de julio de 2008

Bienvenidome (Tan viejo como Febrero 2008)



Llegó el día de escribir para la ausencia, un drenar que invierta la gravedad y riegue ciertas raices que hace tiempo beben sólo aire sobre mí. ¿Qué será de ese liquido volado, cada vez más escamado, que escapa por las estrías craneales, que en fisuras se extiende, para finalmente rajar la piel con el filo de los cristales duros de su espesura? otrora viscosidad cansina, sale ahora en forma de chorro burdo, indecoroso, sin ser bestial, sin ser tremendo, pura potencia por la potencia misma, tal vez de tan mal pelaje y mal gusto como los fierros por los fierros mismos o la paja por la mismisima paja, la cual, la última, devela el misterio, pues nada puede quedarse ensimismado por mucho tiempo, y la paja viene con su propia blancura que se eleva, para estrellarse luego, mietras se aleja mirando a su creador como el ángel de Benjamin al ventarrón y sus ruinas, pues no veía sólo el amontonamiento de escombros, ¡veía también la masa airosa que lo movía! Lo vapuleaba como uno puede manipular un tenedor, pero a ese movimiento añadanle el tembladeral de arcadas que puede tener semejante utensilio en manos de un mierdívoro. Así lo veía al menos Benjamin mientras atestiguaba como los fierros se cargaban a sus muertos, pero, sobre todo, después de pensar en Stefan y no aguantar la angustia y después jalarsela y ver su viscosidad alejarse y mirarlo a él como el alado a esa enfermedad autoinmune. Asi tampoco lo drenado ha de quedar en si, ¿cómo fue eso pensable? Sin acá ni acullá va para el silencio o tal vez regrese sin irse, pero, para que mentirse, no ha de quedar en si, ya no. Así mejor, que tire de la cadena y que no suenen campanas.

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